LOS JUEGOS MEDITERRÁNEOS DE GINER (III)

Barcelona, "abierta al rumbo y los caminos del mar latino" -tal y como explicaba el NO-DO de ese día-, fue sede de los Juegos Mediterráneos de 1955. Se trataba de un acontecimiento deportivo recién inaugurado, puesto que su primera edición correspondió a la ciudad de Alejandría solo cuatro años antes, y suponía un nuevo espaldarazo europeo a la España del momento.

Fue momento de infraestructuras -que prefiguraron eventos posteriores-, de simbolismos y conmemoraciones. Respecto a esto último se fabricaron por ejemplo sellos y, cómo no, medallas. Y aquí entra el nulense Enrique Giner. No fue él precisamente el autor de la medalla oficial, pero la que obró y presentó a doble cara, es sin duda una de sus mejores creaciones.


En su reverso, fundamentalmente, libera el campo metálico de cualquier constricción espacial dotándolo de contemporaneidad y creatividad, ya que además añade una figura atlética cuyo cuerpo se reelabora anatómicamente para adaptarse magistralmente al cospel.

Sin duda, con esta pieza -que al parecer sí fue al menos premiada, según algún apunte bibliográfico-, superó en belleza, ingenio y composición la que finalmente se encargó como oficial; algo que desgraciadamente ha hecho que la de Giner sea prácticamente imposible de conseguir hoy.

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